Asco.
Este
es el último mail que os envío, me he cansado
de predicar en el desierto, ¡hasta los cojones!, otro ha de coger el
testigo, os envío la información sin CCO para que el que quiera que continúe mi
labor. Espero que me entendáis.
Me
muero de asco con tal cantidad de mierda.
La
información que comparto hoy con vosotros lleva tiempo revolviéndome las
tripas, he recopilado la noche anterior toda la Info disponible en la net
y os he hecho un resumen significativo, para quien quiera más adjunto los
enlaces. Me he puesto enfermo a vomitar leyendo y releyendo los testimonios, los
coloco en vuestras conciencias, mucho proviene de fuentes “oficiales” o
“humanitarias”; me hace creer que el tema es a peor. ¡Peor imposible!, es
posible… las atrocidades son tan brutales, inconcebibles, nauseabundas, inhumanas,
sádicas, demoníacas, infernales… no conozco calificativos más fuertes, quizás
no se han concebido. Leer lo que adjunto, deglutir, regurgitar un profundo…
Asco
y…
Quererse
ir a África a solucionarlo a hostias; es todo uno, aunque demasiados sabemos,
que la solución arranca de aquí,
de nuestros miserables gobiernos títere, del Gobierno en la Sombra, del
NWO—NOM, de nosotros mismos diciendo no, no un simple NO, un NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO-
NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO-
NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO-
NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO- NO-
Un no infinito,
permanente, constante, un ¡no con mi
consciencia y consentimiento! Un
no: o lo paras o te bajas de ahí, aunque sabemos que todo lo diluyen y el
verdadero cambio es tirar este sistema real (no el aparente) y co-crear el
valido, desde casi cero y con el esfuerzo y convencimiento conjunto;
vigilantes, inteligentes, sensibles, justos y tal vez generosos.
Estas
brutales violaciones son algo concreto, desde hace muchos años, impunes,
reiteradas, consentidas y destrozan: personas, comunidades, generaciones y un
país entero. Los datos en si aunque fríos y escalofriantes, me queman, me
provocan fiebre, espasmos, pero cuando leo los testimonios directos, veo los
videos de las víctimas; sólo puedo llorar por horas, ahogarme en mis lagrimas
de impotencia desde el idílico occidente y aullar en desgarrador quejido mudo y
tantas palabrotas e insultos como conozco.
Asco.
Lloro con sus propios millones de lagrimas,
pues su dolor extremo me las extirpa desde dentro. No me siento solidario güay,
me siento violado reiteradamente por enormes pollas negras entre sus hostiazos,
jactancias, risas, borracheras y humillaciones, que me parten el alma y el ano. Siento mi virgen recto estallado durante interminables días
por litros de semen-sangre infecta de SIDA y con los desprecios simultáneos, veo
a mi mujer multiviolada de igual manera ante mis narices por decenas de esos monstruos,
durante noches de infinitas horas y siempre, una y otra asquerosa vez, delante
de mis hijos pequeños, que cuando se han
ahogado en sus terrores y pises se han quedado mudos, catatónicos y
traumatizados para toda su vida, que ya será puta, porque también a ellos con
cuatro añitos se los follan delante nuestra el ejercito de machotas pollas como
trompas de elefante. Asco y dolor
extremo. No me consuela que simultáneamente les ocurra a todos los del
pueblo, ni que a varios los asesinen o les corten las manos. Y si nos dejan
vivos ¿por qué y para qué?
Ahora si entiendo que es El Dolor Extremo y por las noches mientras duermo en
ocasiones me despierto sobresaltado con esa sensación de dolor que en ese mismo
instante sufren 1.000 mujeres y sus familias, hay un vínculo irrenunciable ya con
mi alma ya estigmatizada. No son datos, no son historias, es dolor en carne viva, aunque vivan en el Corazón de las
Tinieblas.
Asco.
Como
eso es lo que veo cuando veo los vídeos, no puedo seguir como si nada hubiera
pasado. No únicamente pasa en RDC, pasa en muchos sitios: porque no te quieres enterar, porque no tomas consciencia,
porque no tomas partido, porque no entras en acción, porque no mantienes el
pulso firme, y porque depende de todos, y no somos capaces todavía de dar la
vuelta a esto. Yo me rindo con
vosotros que no reaccionáis, me rindo con toda esta podredumbre, y con
mi rendición traiciono a todas esas mujeres de África a las que antes han
traicionado sus propios hombres. ¡Qué asco ser hombre! Pobres mujeres
congolesas, pobres hombres congoleses, pobres africanos, pobres occidentales,
pobre Tierra, con lo rica que eres y lo pobres que nos hacemos sobre tu faz.
No
tengo solución que pueda aplicar y mientras trato de buscar vuestra ayuda
mueren al día 1500 personas y 1000 mujeres y niñas son multivioladas, no puedo seguir en tan maña farsa.
No sé qué hacer que funcione, sé que no os escribiré más, o yo no os merezco o
no me merecéis a mí.
No quiero seguir siendo asqueroso occidental, no
más asqueroso hombre, no más asqueroso humano.
Deseo
ser simple energía flotando en el espacio, sin configuración material. Adiós…
a…Dios.
Difundir
por la Consciencia Global y la difnidad de cada ser.
LIK.
Testimonios
"tres
mujeres jóvenes íbamos en camino a Cirunga... los soldados nos violaron y nos
arrastraron a su campamento. Permanecí ahí durante un mes, bajo vigilancia
constante... No había conversación entre nosotros, tenían relaciones sexuales conmigo en cualquier momento, cuando les
daban ganas, y con mucha violencia. Yo pasaba mis días llorando. Le
rogaba a Dios que me liberara de ese infierno".
– 23 años, de
Kabare, Kivu, abril de 2009
"Había
ido a los campos para encontrar patatas. Regresaba cuando vi que soldados se me
acercaban. Me dijeron que podía elegir: darles la comida o convertirme en su
esposa. Les dije que la comida. Se negaron y me violaron, y se llevaron la
comida de todos modos. Eran soldados
de la 14ª brigada, llevaban charreteras moradas con uniforme. Cuando la
violación ocurrió, la 14ª brigada habían luchado contra el CNDP ese mismo
día".
– 17 años,
Kivu, marzo de 2009.
"Una
noche llegaron soldados a atacarnos. Dijeron que matarían a nuestro padre.
Estaban enojados con mi papá porque él les había impedido talar un árbol [para
utilizarlo como leña]... Nos quedamos en la sala. Dos soldados violaron a mi
hermana mayor. Cuando terminó, la
hirió con un cuchillo en el ojo, hizo lo mismo con mi hermano... Luego
se marcharon. Se llevaron el dinero".
– 13 años,
Kabare, Kivu, abril de 2009.
“Estaba en la cama con mi esposa cuando los soldados llamaron a
la puerta, pidiendo que saliera el hombre. Me escondí, pero entraron y
amenazaron con violar a mi esposa, así que salí de mi escondite y traté de
detenerlos, pero había demasiados. Me pegaron y me rompieron la pierna. Luego
me inmovilizaron y violaron a mi
esposa, que estaba embarazada de seis meses, delante mío y de mis hijos.
Después me violaron a mí. Mientras lo hacían, no paraban de decir: ‘ya
no eres un hombre; ahora te vas a convertir en una de nuestras mujeres’.
Todavía me duelen la pierna y el pie. Ya no puedo tener relaciones sexuales. Mi
esposa dio a luz, pero nuestro hijo está enfermo, por la violación y la
tortura”.
– Polidor
tiene 40 años y es de Kazimia, Kivu. Casado, cuatro hijos.
Odette, una niña de
seis años, fue violada por un combatiente mayi-mayi la tarde del 27 de diciembre de 2003 en la ciudad
de Kindu, cuando jugaba delante de su casa. El hombre la arrastró a los
terrenos de la escuela local, donde la violó. Odette perdió el conocimiento.
Después de buscarla durante horas, sus padres la encontraron cerca de la medianoche tendida en el suelo,
sangrando profusamente. En marzo de 2004 todavía estaba en el hospital, y la
habían operado.
– Odette sufre
pesadillas, llora constantemente y tiene dificultades para hablar.
“Me violaban hasta
tres hombres todos los días. Cuando intentábamos resistirnos, nos
pegaban. También me metían palos de madera por la vagina. Ahora tengo prolapso
uterino. Nos trataban a todas igual, independientemente de la edad. Yo les
decía ‘soy vieja, matadme y dejad que se vayan las demás’. Me soltaron cuando
mi hermano les envió una cabra. Las demás todavía están ahí”.
– Stephanie,
72 años, provincia de Maniema. Septiembre 2003, raptada por grupo mayi-mayi y
retenida tres meses.
“En cuanto oscureció, entraron. Lo saquearon todo. Luego nos
preguntaron la edad que teníamos. Sólo se llevaron a las más jóvenes. A
Jeanette la violaron siete soldados en
el almacén, a Francine la violaron
ocho en la tienda. A mí me llevaron al baño. Peleé con cinco de los
soldados cuandointentaron que mis hermanos presenciaran como me violaban, pero
me pegaron con mucha fuerza. Me arrancaron la ropa. Fue la primera vez que tuve
relaciones sexuales. Cuando empecé a sangrar, el soldado me golpeó en la cara
porque dijo que lo había “ensuciado”. En algún momento, trajeron a mi madre y a mis hermanos para que miraran. Cuando un grupo acabó, otro entró.
Me quedé echada, sin moverme. Duró toda la noche”.
– Edith, 16 años, y sus hermanas Jeanette, de 22, y Francine,
de 20, fueron violadas por hasta 20 soldados de la Unión Congoleña para la
Democracia-Goma con el control de la ciudad de Bukavu, junio de 2004.
“Cuando los mayi-mayi entraron en la casa, intentaron atraparme
para violarme. Mi hijo mayor, de 16 años, trató de impedírselo. Lo agarraron
por el brazo y lo lanzaron contra mí y, durante aproximadamente una hora, intentaron forzar a mi hijo a tener
relaciones conmigo. Eran muchos, y era difícil resistirse. Mis otros
dos hijos miraban llorando...”
– Teresa
estaba sola con sus tres hijos en un pueblo cerca de Kindu.
“Los soldados nos llevaron a Lubao. Allí nos ataron, dieron 50
latigazos a mi madre. A mí me dieron 80 latigazos. Al día siguiente, nos
llevaron al río, nos metieron una
rama por el ano y nos tiraron al agua. Por la mañana, a mediodía y por la tarde nos metían a todas en la
misma casa, nos obligaban a tumbarnos en el suelo y nos violaban a todas en la misma habitación. Mientras lo
hacían nos pegaban y nos daban patadas en el estómago, en la espalda y en la
cara. A mi madre le rompieron la mano; aún no la puede usar. Yo no puedo usar
el brazo. Eran doce soldados y nos
violaban todas las tardes. No nos daban nada de comer ni de beber. En
agosto, conseguimos escaparnos, pero cuando llegamos habían saqueado todo y
habían incendiado la casa. Antes, yo era estudiante y tenía amigos, pero ahora
no tengo casa, no tengo nada y ya no
puedo estudiar. Cuando vamos por la calle, La comunidad nos
menosprecia.”
– Carolina, 15 años, vive en Kindu.
“dos miembros de un grupo insurgente de Burundi, irrumpieron en
casa por la noche, me llevaron delante de mis hijos y empezaron a violarme.
Frédéric, mi hijo de ocho años,
estaba muy asustado y empezó a llorar y a gritar. Los soldados se volvieron y, mientras me violaban, le dispararon y lo
mataron… Antes de irse, incendiaron la casa.”
– Marguerite, 40 años, viuda.
“Me dirigía al funeral de un familiar cuando un soldado me
apartó de la carretera y me llevó a unos arbustos. Me violó y, me disparó varias veces en la vagina con
un rifle automático. Los tiros me destrozaron gran parte de la vagina,
el útero y la vejiga. Permanecí tres horas sangrando, perdí el conocimiento, hasta
que alguien me ayudó. Me operaron cuatro veces para reconstruir los órganos
reproductores, pero no lo lograron, quedé incontinente y mi marido me repudió y
expulsó del hogar -por el olor. La última operación tuvo éxito, pero me queda
el profundo temor…”
– Christine,
24 años.
holocausto sexual:
400.000 violadas en el Congo
Más de 1.000 mujeres son violadas cada día en la República
Democrática del Congo, según ha desvelado un estudio el día 11 de mayo. Más de 400.000 mujeres y niñas entre los
15 y 49 años fueron violadas en el país, durante un periodo de 12 meses, entre 2006 y 2007,
según el estudio publicado en el American Journal de Salud Pública. Eso supone
que es 26 veces más que las 15.000 mujeres que informó Naciones Unidas que habían
sido violadas durante los mismos 12 meses, de las cuales el 65% eran niñas
adolescentes, el 10% de estas niñas
violadas con menos de diez años.
El 60% de los milicianos que comenten esto
actos tiene VIH e infectan a sus víctimas, el número de embarazos
no deseados es altísimo. De no modificarse la situación, el Congo tiene entre
sus manos una bomba de tiempo;
1,1 millón de habitantes viven con el
VIH. Las mujeres y los niños y niñas que son violados por los militares
corren alto riesgo de contagio esa enfermedad. Y debido a que el país carece
prácticamente de un sistema de atención de salud, el VIH y el SIDA se propagan
velozmente.
Amber Peterman, autora
principal del estudio, señaló: “Incluso estas cifras nuevas y mucho más altas,
todavía representan un cálculo a la baja de la verdadera prevalencia de la
violencia sexual por los casos en que no se informa de la misma, de manera
crónica, debido al estigma, la vergüenza, la impunidad existente y la exclusión
en las investigaciones de los grupos de población más jóvenes y más mayores,
además de los hombres”. El estudio no se centra en las edades de menores de 15
años (6 %) o mujeres mayores de 49 (20%), y no incluye niños y hombres.
Además, Human Right Watch
informa de que la violencia sexual en
2010 se duplicó, en comparación con 2009. El director de la Iniciativa
Humanitaria Harvard, Michael Van Rooyen, afirma al comentar este nuevo estudio
que “la violación en la RDC ha alcanzado la metástasis en el clima de impunidad
que se desarrolla, y se ha convertido en una de las mayores crisis humanitarias
de nuestro tiempo”. La RDC es el lugar más peligroso del orbe para niñas y
mujeres, es el infierno en la tierra.
Violación de 500 mujeres en el
Congo
Septiembre 2010
Septiembre 2010
“Me dije que me llegaba el
momento de morir”, recuerda Anna Burano, 80
años, una de las 284 mujeres
violadas en una noche de julio 2010 por rebeldes hutus y milicianos
congoleños en Luvungi, este de la RDC, a
media hora de un campamento de las fuerzas de la ONU. Anna es la decana
de ese pueblo de 2.160 habitantes, situado en el corazón de la selva del
territorio minero (oro, casiterita) de Walikale, en la provincia del
Norte-Kivu.
Pero la ONU reportó ayer
que se han cometido más de 500 violaciones sistemáticas a manos de combatientes
armados desde finales de julio. El secretario general para Operaciones de Paz,
Atul Khare, informó al Consejo de Seguridad de la ONU que ocurrieron otras 260
violaciones en una región distinta,
Transcurrido un mes, Anna y
otras mujeres contaron a la AFP las escenas de esa noche de horror. La
pesadilla empezó a la noche del 30 de julio, cuando los rebeldes entraron por
la fuerza en cada cabaña. Los agresores golpearon a sus víctimas y las
desnudaron. Después, uno detrás de
otro, cada miembro del grupo violó a las mujeres, en presencia de los niños que gritaban y lloraban.
Luego saquearon las viviendas y se marcharon. “Me llevaron detrás de la casa, me desnudaron y me echaron al suelo. Me dije que me llegaba el momento de morir”, cuenta temblando la octogenaria Anna, que fue violada por cuatro hombres. "Chorreaba sangre por todas partes. Cuando aquello terminó, agarraron un machete para darme un corte entre el pulgar y el índice"
Luego saquearon las viviendas y se marcharon. “Me llevaron detrás de la casa, me desnudaron y me echaron al suelo. Me dije que me llegaba el momento de morir”, cuenta temblando la octogenaria Anna, que fue violada por cuatro hombres. "Chorreaba sangre por todas partes. Cuando aquello terminó, agarraron un machete para darme un corte entre el pulgar y el índice"
Los asaltantes eran más de
350, en su mayoría miembros de las FDLR, acompañados por milicianos Mai-Mai.
La ONU admitió parte de la
responsabilidad. “claramente hemos
fracasado. Nuestras acciones no fueron las adecuadas y el resultado es
un abuso inaceptable. Tenemos que hacer las cosas mejor’’, dijo Khare.
Es extraño que habiendo una
misión de cascos azules tan cerca del poblado que durante 4 días sufrió las agresiones y la violación de todas sus mujeres,
los cascos azules no fueran en su
auxilio. Alegan que no se enteraron. Hay una red de información entre
la sociedad civil –usando móviles y otros medios- para alertar. El Gobierno
congoleño recibe esta información rápidamente y la transmite rápidamente a los
cascos azules… Estas situaciones en donde los cascos azules son los únicos que
no se enteran se han repetido muchas veces ya. El pueblo del este del Congo, al
ver que sistemáticamente desde los tiempos de la guerra los cascos azules no
acuden a socorrerlos ante las agresiones, aun avisándoles, después de tantos
años así, ha llegado a la conclusión de que no es casual.
Las violaciones tienen
consecuencias muy graves, especialmente en un país donde la población no cuenta
con atención médica adecuada. Pueden provocar lesiones físicas permanentes. Con
frecuencia, las fístulas, una lesión que les impide retener la orina o la
materia fecal, la cura requiere de prolongadas operaciones y un largo período
de recuperación. En la RDC sólo existen dos hospitales donde se pueden atender
lesiones de tal gravedad, por ello la mayoría no recibe tratamiento y no se
detectan los casos de contagio. Las experiencias de las mujeres y niñas
internadas en hospital son aterradoras: muchas recuerdan que fueron violadas
reiteradamente frente a sus maridos.
Las mujeres violadas huyen
de los lugares donde vivían debido al peligro de difamación. Los agresores suelen jactarse
de sus "conquistas", y los casos de violencia sexual rara vez son
denunciados o procesados. Los violadores se amparan en supersticiones locales,
afirman, que al violar a una niña de
corta edad tendrán más suerte o ganarán más dinero.
ONU declara a la violación sexual arma de guerra
GOMA,
República Democrática del Congo, 24
de junio de 2008 –
En lo que constituye un
avance histórico en materia de protección de las mujeres y niñas en la
República Democrática del Congo y en el resto del mundo, el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas aprobó
por unanimidad una resolución que
clasifica a la violación sexual como arma de guerra. La Resolución 1820, que
fue aprobada la semana pasada, confirma que la violencia sexual constituye un crimen de guerra, un
crimen de lesa humanidad, una forma de tortura y un acto constitutivo de
genocidio. La Resolución también impulsa las medidas para sancionar a los
culpables de esos crímenes.
RDC condena a coronel; 20 años de cárcel por violaciones masivas.
Un tribunal del este de la
RDC que investigaba un caso de violaciones masivas ha sentenciado al coronel
Kibibi Mutware a 20 años de prisión. El coronel fue encontrado culpable de
crímenes contra la humanidad por enviar a sus tropas a violar, golpear y robar
a la población de Fizi, el día de año nuevo. Ante el tribunal de testificaron
49 mujeres.
Los jueces militares
también condenaron a tres oficiales bajo las órdenes del coronel Mutware a 20 años y a cinco soldados a
entre 10 y 15 años de prisión. El coronel Mutware es uno de los muchos
rebeldes que se unieron al ejército, como parte de los acuerdos de paz de 2009.
Paradójicamente el principal culpable de la violencia sexual son las fuerzas
armadas, creadas a raíz de la integración de diferentes grupos armados
rebeldes.
El público que asistió a la
sesión del veredicto, unas 2.000 personas, reaccionó con enfado, porque, según
gritaban, esperaban “la pena de muerte”. Es la primera condena de un oficial del ejército por el delito
de violación en el este de la RDC.
Violada
con nombre: Vumilia Balangaliza.
25
agosto
Chabola de chapa y
madera en el barrio de Panzi, próxima a la frontera Congo-Ruanda. Vumilia
Balangaliza, su inquilina, me dice que pase. La encuentro recostada junto al
menor de sus hijos, bajo la raída mosquitera que cubre la cama de su
habitación. El pequeño despierta. Un niño de piel anaranjada, albino, con
el sino que eso significa en África. Tiene nueve meses de edad. Ella lo
acaricia, le susurra al oído, se levanta la camiseta y lo amamanta, al tiempo
en que continúa musitándole palabras de cariño.
El
hijo mayor de Vumilia la ayuda a vestirse. Luego,
ella sirve la comida, alubias con agua, sobre una tambaleante mesa de madera
que se erige en medio de un salón austero, con un par de cacharros para lavar
la ropa y algunos almanaques amarillentos pegados sobre las paredes.
Los rastros del espanto en las mujeres
violadas por las tropas hutus se
descubren en sus miradas insondables, ausentes por momentos. En el caso de
Vumilia, el legado de la barbarie, del odio, de la bestialidad, resulta mucho
más evidente: habla, aquietada,
pesarosa, turbada, en esos brazos
incompletos, anudados en los extremos, carentes de manos, con los que lucha por sacar adelante a sus
hijos.
“Vivía con mi marido en
Bunyakiri, allí nací. Él era comerciante y yo me dedicaba a cultivar la parcela. Una noche
llegaron soldados hutus. Me sacaron de mi casa, me arrastraron por la selva y me violaron”, explica. “No sé por qué, y todos los días me lo
pregunto, sacaron sus machetes y me cortaron los brazos”.
A diferencia de otras mujeres, tuvo la suerte de que su marido no la abandonara. Él permaneció. Eso sí, como muchos desplazados por la
guerra, carece de empleo. Sobreviven gracias a los escasos francos que ella
consigue mendigando. Entra a
las tiendas con su bolso abierto, sujeto entre los muñones. Bolso de cuero
arrugado y viejo en el que cae
de vez en cuando un billete. Miradas
de desprecio, de reprobación. Silencios. Pero ella no se detiene. “Si
pudiera tener prótesis
para los brazos, mi vida
sería distinta. Podría trabajar, podría cuidar mejor de mis hijos”, dice
Vumilia.
Goma, Congo. Eran las once cuando un grupo de
hombres armados irrumpieron en la choza de Kazungu Ziwa, le pusieron un machete contra su garganta y le bajaron los
pantalones. Ziwa es un hombre de un metro cuarenta. Trató de defenderse,
fue rápidamente sometido.
"Entonces me
violaron". "Fue horrible, físicamente hablando. Yo estaba mareado. Dejé
de pensar".
Ahora, aparentemente, hay
otro problema en desarrollo: hombres
que violan a otros hombres.
De acuerdo a Oxfam, Human
Rights Watch, Naciones Unidas y varias organizaciones de ayuda congoleñas, el
número de hombres violados ha aumentado fuertemente en los últimos meses como
resultado de las operaciones conjuntas de las fuerzas armadas del Congo y
Ruanda contra los rebeldes los cuales han desatado un espantoso nivel de
violencia contra los civiles.
La violencia sexual contra
hombres es otro método utilizado por los grupos armados para humillar,
desmoralizar y someter a las comunidades.
Las maniobras militares han
provocado, en represalia, horrendos ataques, acelerando el desplazamiento de
más de medio millón de personas, que han sido expulsadas de sus casas, con
decenas de pueblos incendiados y cientos
de aldeanos masacrados, incluyendo a niños que han sido arrojados a fogatas.
Y los rebeldes no son los
únicos responsables. De acuerdo a organizaciones de derechos humanos, soldados
del ejército congoleño están
ejecutando a civiles, violando a mujeres y reclutado forzosamente a
campesinos para que carguen con sus provisiones, municiones y equipos en la
selva.
Los casos de violación
masculina se extienden por cientos de kilómetros e incluyen posiblemente a
cientos de víctimas. Pero nadie conoce la cifra exacta de víctimas. Aquí los
hombres, como en otros lugares, se muestran reacios a contar sus casos. Algunos
que lo hicieron se convirtieron instantáneamente en parias en sus propios
pueblos, aislados, ridiculizados, y llamados irrisoriamente "esposas de la selva".
Lo mismo le ocurre a Tupapo
Mukuli, que dijo que fue aplastado boca abajo y violado por un grupo en su
plantación de mandioca hace siete meses. Mukuli es ahora el único hombre en el
pabellón de violaciones del hospital Panzi, que está lleno de cientos de mujeres
que se recuperan de las violaciones. Los casos de violación masculina son
apenas una fracción de los de violaciones de mujeres.
"La identidad masculina está muy conectada al
poder y al control", dijo Walker. Y en un lugar donde la homosexualidad es
tabú, las violaciones implican un grado adicional de vergüenza. "Se ríen
de mí", cuenta Mukuli. "La gente de mi pueblo dice: ‘Ya no eres un hombre. Esos hombres del
bosque te hicieron su mujer’".
Los
socorristas dicen que a menudo la humillación es tan severa que las víctimas de
violaciones masculinas cuentan sus padecimientos sólo si sufren problemas de
salud apremiantes. A veces incluso eso no es suficiente. Van Woudenberg dijo
que dos hombres a los que les habían cercenado
el pene con una cuerda, murieron algunos días después porque no se
atrevieron, por vergüenza, a pedir ayuda. Las castraciones aumentan, y llegan a
los hospitales más hombres mutilados.
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